En la Solemnidad de Todos los Santos, ¿Cómo debemos honrarlos?

San Juan Eudes asegura que “no solo los religiosos, sino todos los cristianos han de llevar una vida santa y divina. Muchos podrían pensar que es algo difícil o imposible. Pero resulta fácil y grato si elevas a menudo tu espíritu a Jesús y te entregas a él en todas tus acciones” (O.C. I, parte I). 

De esta afirmación del fundador de la Congregación de Jesús y María se pueden destacar dos aspectos fundamentales: por un lado, que el cristiano, por su misma condición, es santo o está obligado a llevar una vida de santidad y, por otro, que se puede llegar a esta realidad a través de las acciones ordinarias, siempre y cuando se hagan en el espíritu de Jesús. 

En el descubrimiento de estas afirmaciones se concluye que todos los cristianos están llamados a vivir la vida de su cabeza, a formar y a hacer vivir y reinar a Jesús en el Corazón, como es el eje trasversal de la espiritualidad eudista y como lo ha recordado la Asamblea General No. 66 de los Eudistas, proponiendo un itinerario espiritual para llegar a tal formación. 

Sin embargo, hay personas que han sido canonizadas en la Iglesia y que las recordamos este primer día de noviembre, en la Solemnidad de Todos los Santos. Para san Juan Eudes es claro que a los santos solamente se les debe pedir una cosa: que amen a Jesús por nosotros. Pero, ¿cómo debemos honrarlos? Aquí su propuesta: 

“Adoraremos a Jesucristo en ellos, porque Él es todo en todos (Ef. 1, 23): su ser, su vida, su santidad, su felicidad y su gloria. Le agradeceremos la gloria y las alabanzas que Él se ha dado a sí mismo en ellos y por ellos, más que las gracias que les ha comunicado a ellos y por ellos a nosotros, pues debemos preferir los intereses de Dios a los nuestros. Le ofreceremos el honor y el amor que sus santos le han dado y le rogaremos que nos haga participar de su amor y de todas sus demás virtudes. Por consiguiente, cuando hagamos una peregrinación o recibamos la comunión o digamos la santa Misa o hagamos cualquier acción en honor de un santo, la ofreceremos a Jesús por estas intenciones, diciéndole: 
Jesús, te ofrezco esta peregrinación, esta comunión, esta Misa o esta acción en honor de lo que tú eres en este santo; en acción de gracias por la gloria que te has dado en él y por él; para el aumento de su gloria, o más bien de la tuya en él; para que se cumplan tus designios sobre él y para que, por su intercesión, me concedas tu santo amor y las gracias que requiero para servirte en forma irreprochable. 
Cuando nos dirijamos a los santos, humillémonos como indignos de pensar en ellos o de que ellos piensen en nosotros; les agradeceremos los servicios y la gloria que han dado a nuestro Señor. Nos
ofreceremos a ellos, rogándoles que nos ofrezcan a Jesús, para que destruya en nosotros cuanto le desagrada y nos haga participes de las gracias que les ha concedido. Les rogaremos también que lo honren y amen por nosotros, que le den, por nosotros, centuplicados, el amor y la gloria que hubiéramos debido darle en toda nuestra vida; que nos asocien al honor y a las alabanzas que ellos le dan en el cielo y que se sirvan de nosotros para honrarlo y glorificarlo conforme a sus deseos.


Cuando, yendo de camino, pasemos por una ciudad o aldea o que lleguemos a algún lugar para vivir o descansar allí, conviene saludar a los ángeles y santos protectores de ese lugar, rogando a nuestro ángel custodio que los salude por nosotros (...). Podemos imitar a santo Domingo que cuando entraba a una ciudad, suplicaba a Dios que no causara perjuicio a esa ciudad por causa de sus pecados. Conviene también rogar a los ángeles y santos protectores de los lugares por donde pasamos o en donde vivimos que glorifiquen y amen a nuestro Señor por nosotros y que reparen las faltas que en esos lugares cometemos.” 

Texto de san Juan Eudes, O.C. I, 345-348, reproducido por la Unidad de Espiritualidad Eudista. 

Honremos a Jesús en los santos y a los santos en Jesús, para que de esta manera ellos puedan interceder ante Dios y logremos que la vida y el reinado de Jesús se conviertan en una realidad de nuestra vida.

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